lunes, 17 de junio de 2019

Las mates, ¿con qué se comen?


Ya sea en el colegio o el instituto, si hay una asignatura que para mí es lo más parecido a la física cuántica, son las matemáticas. Para poder entrar al curso de Integración Social que finalicé hace apenas menos de un mes, tuve que realizar el curso de acceso, y una de las asignaturas era precisamente esta. Y no niego que para determinadas profesiones tengan su utilidad (física, ingeniería o arquitectura, por poner tres ejemplos), pero la verdad es que a menudo me preguntaba de qué me iba a servir en mi día a día el saber cómo se podía calcular la altura de un edificio en base a la sombra que proyectaba o cómo calcular un coseno. Incluso llegué a decírselo al profesor que nos daba esta asignatura, al cual ya le conocía de otros cursos que había tenido que hacer años atrás: «Mira, Menganito, no te calientes, yo voy a ir al examen a sacar la nota mínima para que me haga media con los demás exámenes que tengo que hacer ese día y poder entrar a lo que quiero hacer». Y eso hice.

Y es que lo más jodío del asunto es que (y de esto me acordaré toda la vida o al menos hasta que pille Alzheimer o alguna demencia), de las siete preguntas que entraban, cuatro eran de temas que no habíamos hecho durante el curso, y de las otras tres, una la tuve que contestar haciendo la cuenta la vieja. El enunciado era poco más o menos:

Tres socios ponen 18.000 euros en una empresa. Uno pone la mitad y, de los otros dos, uno pone el doble que el otro
Lo primero que pensé que: pues bueno, pues me alegro. Después de hacer ciertos cálculos, lo dejé por imposible y lo acabé haciendo a mi manera , que básicamente era dividir la cantidad restante entre dos y ya me dio lo que ponía el primero. El resto lo dividí entre tres. Una parte es de uno y las otras dos las pone el otro (6.000 + 3.000). Con un par, y como te daban unas decimillas solo por poner el resultado, pues entre eso y con las dos que pude contestar, pues p’alante, como los de Alicante.

Y es que siempre me han fastidiado todas esas personas, algunas de las cuales les ha dado por colgar vídeos en internet, que intenta convencerte de la belleza de las ecuaciones y de lo fascinante que era la vida de la persona que las creó (ya te digo yo que a más de uno lo cogería de los cataplines, lo colgaba de los ídems a un ventilador de techo y pagaba a alguien para que le diese a la cadenita todo el santo día). Todavía recuerdo a un matemático que resolvía cierto problema, explicándolo de tal manera que me dio un cierto complejo de gilipollas, ya que en algunos momentos tenía la impresión de que daba por sentado de que para las personas que estaban viendo este vídeo éramos poco menos que unos genios para los que era más que obvio cuál era el paso que teníamos que hacer a continuación para resolver el problema que él estaba resolviendo.




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